Infancia, Volcanes y Narrativas
Infancia, Volcanes y Narrativas
Capítulo I
El pequeño estudio guardaba tesoros, que en mi infancia asombraban y entretenían mis tiempos de soledad. Ahí se encontraba un cuadro que tenía ante mis ojos las dimensiones de un mural. La imagen me cautivaba: un hombre tranquilo y concentrado frente a su caballete pintando la escena frente a él. Sobre su simple lienzo revelaba el gran volcán en escandalosa erupción, escupiendo piedras y lava incandescente que ya corría por una cuesta y se iba acercando al valiente pintor: mi abuelo.
Bueno, eso decía mi abuela, maestra del cuento y a quien le daba por acompañar nuestro sueño con sus fantásticas narrativas.
Me sentaba frente al cuadro a meditar sobre la valentía del abuelo y me preguntaba en que momento habría comenzado a correr para no tatemarse completando su obra.
La abuela jamás declaró que su esposo hubiera fallecido a causa de graves quemaduras. Entonces supuse que había alcanzado a escaparse de la monstruosa y amenazadora furia de la montaña.
Ahora me entero de que el pintor que mi abuelo "retrataba" era el Dr. Atl, con quien tenía una cercana amistad. A mí no me cambia nada. El abuelo fue valiente.
La Lauderia y la música fueron también pasiones durante toda su vida. Cuando después de muchos años se cansó de seguir, con cámara y lentes a rebeldes y corruptos le dio por construir de nuevo un instrumento de cuerda llamado "La Violeta". Jamás lo he escuchado. Ojalá no se me olvide.
Del valiente abuelo frente a su volcán heredé una sangre rebelde y curiosidad. Era entonces así que sin que nadie se percatara me escondía liberada en mi refugio.
Junto al mural del abuelo había un sólido caballete sobre el cual mi padre iba revelando sobre su lienzo y con tranquila devoción, pinceles y paleta en mano, un furioso mar. La ola golpeaba con enorme fuerza una gran roca. La voluminosa masa líquida me seducía. Yo sabía nadar.